lunes, mayo 30, 2005

Tremebunda...


Sí, ya sé que tiene mucho tiempo desde la última vez que me sobró tiempo para escribir en el blog.

Y sí, también sé que ahora tengo más tiempo que nunca y ya no escribó; ya lo sé, eso y que cada vez escribó menos... Soy el escritor que cada vez escribe y leé menos, al que ya no le salen las palabras ni las lágrimas...

Pero hoy tengo una historia..

La historia de hoy les va a regalar una rebanada de la calabaza naranja que es mi vida, un poquito de cascara y
contenido que nunca se libra tambén de la semilla; es la historia de Tremebunda y lo peculiar de su entorno

Tremebunda, genialidad en la concepción del nombre y sutil en la delicadeza con que sus formas me abrigan es mi guitarra; una Yamaha C-70 Clásica y de medio concierto (eso de "medio concierto" nunca supe que era...) mi compañera de melodías melancólicas y repetitivas: siempre canto las mismas en lo que ella toca siempre algo diferente. Se parece a las parejas cuando se descubren los cuerpos: siempre se dicen lo mismo aunque cada vez se tocan diferente.

Tremebunda tiene 6 notas naturales (Mi, La, Re, Sol, Si, Mi), tremebunda es un ciclo, comienza en mí y termina en mí; creo que por eso comulgamos en las noches y en los nervios, yo con los de los dedos y ella con
los de nylon. Iniciamos y terminamos en

Mi... pero nunca cantamos para
La vida buena,
Re petimos y repetimos el canto a la melancolía, le cantamos al
Sol y sus analogías, como de aquella mujer que me cobija en su recuerdo con los dos soles infinitos que me obsequia...
Si hoy me leyera... ay cuanto la quiero... y ella a tanto tanto a...


domingo, mayo 01, 2005

Pésame de un Asesino.



Quise ver tu despegue
de noche en fuga
escuchar, crepitar
leñas nocturnas,
vertebras duras.

Observarte tendida,
tranquila y glacial,
pareciendo dormida,
enfriar cada poro
salino de tu sabana.

Que no resbalen lágrimas
del cristal empañado
ocular, de mí neblina;
ni temblor, ni voz quebradas,
rezos,
pambazos,
café,
¡que diablos!
hasta abrazos.

Pesarte antes de rígida,
plancharte con sudor de brazo,
pinchazo de barba en vida,
y de rodilla en pasto.

Visión de casa y cuento,
de lodo en codo,
de costra, una de oruga,
de amargas colgantes lagrimales,
de pino hambriento,
de mi que estaba adentro,
con deseo,
de todo y de un sin tí,
que... ¿no puedo?
berreo.

Panque de cuello azucarado,
con dientes de cristal,
de caña dura,
violaceas venas hinchadas,
curtidas,
vacías,
popotes,
¡que diablos!
quienes devoramos.

Fauces voraces,
que el tejido epitelial,
cortado con filo de uña,
consumes y casi sin querer,
disfrutas.

Que el fantasma,
que comes y dejas vacío,
no sea ni pan duro,
ni sembradío amarillo,
pelos de gato negro,
picantes,
punzantes,
pesados,
¡que diablos!
que vivan...

... los que asesinamos.
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